15 de noviembre de 2012

Ruby Sparks: Novia se escribe



(Publicada en El Dínamo, 15 de noviembre)

La hoja en blanco. Quizás no haya nada más aterrador, en especial para quienes nos cuesta creernos el cuento en esto de la escritura. Mientras el miedo te paraliza y cantan los grillos a lo lejos, la muy ingrata permanece ahí, pálida y desafiante, sin nada que aportar más que un potencial ataque de ansiedad y miopía precoz. Y si el pánico va ganando la partida, cualquier pensamiento fugaz, llamado de la naturaleza o red social disponible se transforma en la excusa perfecta para dejar de intentarlo.


Me gusta pensar que todos pasan por eso alguna vez: los genios, los aficionados, los mediocres. Que el asunto no siempre tiene que ver con talento y disciplina; a veces, solo se trata de valentía. O incluso, de suerte. Lo cierto es que hace meses no me llega ninguna de las anteriores. El espacio en blanco se ha transformado en mi peor y más silencioso enemigo.

De algo así se trata Ruby Sparks, la película que me devolvió el ímpetu de escribir y que ya está en nuestras carteleras. Mi amiga Rocío, con su asertividad habitual, me la recomendó; creo que sus palabras exactas fueron “ve esta película ahora ya”.  Imperativa, pero con cariño. Le hice caso y aquí estoy, llevo más de tres párrafos y sonrío cuando me acuerdo de la película que acabo de ver.  Y de la buena idea que, para variar, no se me ocurrió antes.

Situémosla en el mapa. La dirigieron Jonathan Dayton y Valerie Faris, los mismos de Little Miss Sunshine. La protagoniza Paul Dano, el mismo flaco daltónico de Little Miss Sunshine. La escribió-y también la protagoniza- Zoey Kazan, que no aparece en Little Miss Sunshine pero podría haber sido la hermana de Little Miss Sunshine, y que además, es nieta del director Elia Kazan, novia del antes mencionado Paul Dano  y se llama Zoey, como Zoey Deschannel y todas las homónimas cool y talentosas de chasquilla perfecta que por estos días se multiplican como gremlins. Un engranaje bastante bizarro que, al menos para mí, es sinónimo de buen augurio.

La película se centra en Calvin (Paul Dano) un joven escritor al que todos llaman genio, dado el éxito de su primera y única novela. Diez años después, sigue viviendo de ese batatazo sin lograr nada remotamente parecido.  El peso del éxito precoz le hace paralizarse frente a la hoja en blanco, a su vida sentimental y básicamente, al contacto con los demás seres humanos. “Escribe lo que puedas, y luego desaparece”, dijo J.D.Salinger después del éxito del “El guardián en el centeno” y antes de transformarse en ermitaño. Calvin no sólo admira a Salinger, sino que también quiere esfumarse de la realidad.

A modo de terapia, comienza a escribir a la mujer de sus sueños, una joven etérea  y atormentada a la que llama Ruby Sparks (Zoey). Con la idea de Ruby llega todo lo demás: la inspiración, la incontinencia verbal y el surrealismo. Cuando el susodicho empieza a encontrar sostenes en los cajones y desodorantes femeninos en su baño, la cosa se pone brava. Porque Ruby anda dando vueltas por su departamento, usando su camisa y comiendo cereales. Y no señores, no es un delirio: Ruby existe de verdad. Y Calvin tiene el poder para reescribirla a su antojo.


Aunque a veces se envicie con ciertos recursos, como la manipulación del otro a través de la escritura y la participación de secundarios estrellitas-  para mi gusto, Annette Benning y Antonio Banderas  suenan más a capricho que a un aporte- es talentosa esta Zoey. Y además pilla, pues se dio el lujo de poner bajo el yugo de la máquina de escribir a su pareja en la vida real. Según ella misma cuenta, la idea se le ocurrió un domingo cualquiera, al ver un maniquí tirado sobre unas cajas vacías. Sí, claro. Yo he visto muchos maniquíes en mi vida, acostados, sentados y parados, y todavía no hago una película…

Pero dejemos la envidia de lado. Es  buena Ruby Sparks. Y desconcertante, lo que la hace mejor. Si logras sobrepasar el escepticismo inicial- ese lugar poco feliz en el que muchas veces nos quedamos estancados- la película se transforma en una gran sorpresa, donde lo inverosímil  se resuelve con solvencia y  terminas entregándote con gusto a la dinámica de lo descabellado.

Aunque podría ser una comedia romántica, me parece mezquino encasillarla en un género. Es que la volada de Zoey va más allá. Quizás sea cine fantástico, incluso metafísico, o un híbrido en la que también encajan El Ladrón de Orquídeas, Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos (obvio), Zelig y mi querida La rosa púrpura del Cairo. Un delirio con moraleja, media cursi, pero cierta: lo peligroso de buscar el amor a medida es que si lo encuentras, termina por aburrirte.


“Enamorarse es un acto de magia. Escribir también lo es”, reflexiona Calvin  mientras digiere la locura que acaba de vivir, y entiende que más vale dejarse llevar que intentar soslayar lo inmanejable. Además, creo yo, escribir es un acto de fe. Es confiar en que, sea en esta u otra dimensión, lo que escribes está comenzando a existir.



PD: La película está ahora en cartelera. Apuraos porque intuyo que no va a durar mucho.