Toy Story 3. Qué buena es, por dios. Los tipos de Pixar son genios. Precisamente, porque no tienen ningún pudor en sacar a relucir su lado más infantil. Y además, lucrar con eso.
Al principio me resistía a verla, por todo el rollo antes esbozado; pero oh señores, cuanta soberbia de mi parte. De partida, el casting es perfecto: un perro con el resorte medio vencido, Barbie Malibú, un Ken afeminado…!El señor y la señora cara de papa! Vaya galería de objetos de la nostalgia. Masticados y rallados por unos (mi hermano Nicolás los mordía tanto que le deformaba las cabezas), cuidados cuál pieza de colección por otros; pero siempre con exceso de cariño. Además, esto de que cobren vida y se pongan a tramar aventuras cuando dormimos, es algo que todos hemos imaginado, y no precisamente cuando niños. Igual que creer que los duendes tienen nuestras cosas perdidas…
Pero lo que más conmueve, es la lealtad absoluta de los juguetes hacia el niño de sus afectos. Andy es su razón de ser, porque es él quien determina su existencia. La secuencia que muestra la vida de Andy, y a Woody y su pandilla presentes en todos los hitos, es maestra. Cuento aparte es el corto que antecede a la película; sólo diré que merece toda su atención…
Cuando salí del cine, quizás por altanería u orgullo, me hice la indiferente. Pero hoy mientras escribo, se me desborda la emoción. Mejor ventilo esa caja que hace años guardé en la bodega.
PD: Dedicado a mi niño favorito.