Ya, fui a ver El Origen; esto de mantener un blog vivo no permite quedar al margen del éxito comercial de turno. Además, el tema de los sueños siempre me ha dado vueltas; más allá de sus señales simbólicas, o saber qué significa que se me caigan los dientes, me intriga la pregunta del millón: ¿Por qué el mundo onírico tiene que ser ficción, y la vigilia, la Realidad? Los seres humanos somos tan arrogantes…siempre me ha parecido un acto de soberbia creer que los sueños se acaban cuando abrimos los ojos, y que su continuidad se desvanece en la vigilia. No sé, creo que hay que tenerles respeto.
Como a muchos de ustedes les consta, he predicado hasta el cansancio (de los otros), que Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos es la película de mi vida…bueno, ahí sí que se meten de cabeza en la materia gris del protagonista, siguiendo un mapa mental que es difícil de imaginar, pero fácil de manipular; esta idea, a mi parecer, se desarrolla de manera elegante, sensible y -sin miedo a pecar de arrebatada-perfecta. (paro acá para no irme por la tangente y hablar de la película que nos convoca).
Con dicho background mental partí a ver El Origen, sabiendo que me enfrentaría por 2 horas y media a un posible recocido de efectos especiales, gringos imbatibles, ciencia ficción, patadas voladoras a lo Matrix, planes secretos y quizás un pie forzado para una historia de amor. Pero también, en espera de encontrar una espacio sólido de reflexión acerca de la realidad onírica y su importancia en nuestras vidas…
Digamos que no fue así. Es decir, fue explosión, efectos especiales, Matrix, gringos imbatibles, intrigas, pie forzado para historia de amor e incluso comandos secretos en la nieve (¿?) Pero de aporte, pocazo.
Provoca cierta impotencia ver una idea sólida y un guión que se vislumbra genial –y en eso doy mis respetos al señor Nolan -, delatar a todas luces la mano negra de Hollywood. Porque a pesar de un comienzo prometedor, a medida que los personajes fueron bajando en los niveles del sueño, me fui sumergiendo en las fauces del mareo y de mi asiento. Incluso con la secreta ilusión de que en mi sueño podría ponerle stop a la película.
Convengamos; la idea de sacar provecho de los sueños y manipularlos a nuestro antojo es muy atractiva. Pero difícil escuchar el mensaje de Morfeo entre tanta explosión, mientras se opacan los destellos de una trama que podría haber sido mucho más, si hubiera tenido menos. ¿Me explico?
Hay películas como Pi o Memento (también de Nolan), que me costó entender, y lo admito con cierta dignidad. Pero hay un límite que rompe el deseo. Una cosa es poner a prueba el CI del espectador; otra, es saberse explicar. Y si la idea queda grande, entonces mejor sacarle maleza. Para ver menos, pero quedarse con más.