Partamos por Woody. Después de ver Annie Hall, me dio un poco de miedo; el papel que interpreta Diane Keaton, vestida de Diane y hablando como Diane, me hizo tanto sentido que a veces pensé que yo tenía poderes telepáticos y le estaba soplando lo que decía. Algo similar ocurre con Julie Delpy y todas sus interpretaciones (Antes y Después del amanecer y Dos días en París); creo que mis carcajadas de “identificación” en el cine erizaron a todos los espectadores que me rodeaban, y no asentían con cada hemorragia verbal de la anteojuda Julie.
En otra escala de revoluciones, la Scarlett de Perdidos en Tokio y su eterno puchero, me golpeó con eso de no saber qué hacer con la vida, tener al menos un minuto amargo al día y cero tolerancia a la flojera mental (me refiero al personaje de la actriz rubia tonta “amiga” de Keanu Reeves. Odiosa.)
Pero cuando la esquizofrenia se me disparó, fue con Clementine de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Sus repentinos cambios de ánimos y de pelo, sus exabruptos y esas ganas imperiosas de ponerle emoción a la vida. Desde ese día, Kate Winslet se transformó en mi actriz NOF (Number One Forever)
Mientras más se enredan ellas, más me desenredo yo. Pues entiendo que tanto en la pantalla como fuera de ésta, existen mujeres que nos complicamos para expresarnos y para quedarnos calladas; que siempre dudamos de lo que queremos aunque tengamos clarísimo lo que es y que creamos muchos castillos en el aire, los que, para nuestra suerte, no siempre se derrumban.
Al final de cuentas, todas estamos hechas de carne, hueso y cultura pop.
PD: Chicas y chicos, este espacio queda abierto: los invito a soltar el rollo y hablar de su Alter Ego cinematográfico.